La obra martiana en nuestro pensamiento





Ni laurel ni coronas necesita
Quien respira valor. Pues amenazan
A Nubia libre, y un tirano quiere
Rendirla a su dominio vil esclava.
¡Corramos a la lucha, y nuestra sangre
Pruebe al conquistador que la derraman
Pechos son altares de la Nubia.
Brazos que son sus fuertes y murallas!
Fragmento Escena III Abdala
iCuántos tormentos!... i Cuán terrible angustia!
Mi madre llora... Nubia me reclama...
Hijo soy... Rací nubio... Ya no dudo:
iAdiós! Yo marcho a defender mi patria. (Se va.)
Fragmento Escena V Abdala
OCJM T. 18.
Mercy Cano Galarraga



Toda la felicidad de la vida, Amelia, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma sino después del largo examen, detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse. Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe, ni en las tierras donde esto se puede, sino rompiendo el corazón de los amantes desunidos.

«A su hermana Amelia». Nueva York 1880. OCLM, T. 21.


EL niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez: debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón y vive en camino de ser bribón. Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere cuando el indio le habla con rudeza o le pone le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama. En América se vivía antes de la libertad como la llama que tiene mucha carga encima. Era necesario quitarse la carga, o morir.
[…]
Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad. Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.

«Tres héroes». OCJM, T. 18.
Dainerys Naranjo Fagundo



A lo alto de mata a mata colgaba, como cortinaje, tupido, una enredadera fina; de hoja menuda y lanceolada. Por las lomas, el café cimarrón. La pomarrosa, bosque. En torno, la hoya, y más allá los montes azulados, y el penacho de nubes. En el camino a los Calderos, - de Angel Castro- decidimos dormir, en la pendiente. A machete abrimos claro. De tronco a tronco tendemos las hamacas: Guerra y Paquito -por tierra. La noche bella no deja dormir. Silba el grillo; el lagartijo quiquiquea, y su coro le responde: aún se ve, entre la sombra, que el monte es de cupey y de paguá, la palma corta y espinada; vuelan despacio en torno las animitas; entre los nidos estridentes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima-es la miríada del son fluido: ¿qué alas rozan las hojas? ¿qué violín diminuto, y oleadas de violines, sacan son, y alma, a las hojas? ¿Qué danza de almas de hojas? Se nos olvidó la comida; comimos salchichón y chocolate y una lonja de chopo asado. –la ropa se secó a la fogata.

Diario De Cabo Haitiano a Dos Ríos. OCJM, T. 19   
Joel Herrera Acosta (AHS)



Ya ves que estoy celoso, y que me tienes que contentar. Es que por el aire, que lleva y trae almas, no me han llegado las cartas que esperaba recibir de ti.-Le hablé de ti en el camino a una guajirita que sabe leer letra de pluma: a una huérfana de nueve años:-ahora le llevo de regalo un libro: se lo llevo en tu nombre.-Haz tú como yo: has algo bueno cada día en nombre mío. Visita a Aurora, y a mi gran baby.-Y no le dejes solo el pensamiento a tu mamá. Rodéala y cuídala.-Un beso triste de tu José Martí.

«Carta a María Mantilla» OCJM, T. 21
Leydis de la Caridad Hernández Scull


Conozco el hombre, y lo he encontrado malo.
i Así, para nutrir el fuego eterno
Perecen en la hoguera los mejores!
i menos por los más! iLos crucifixos
Por los crucificantes! En maderos
Clavaron a Jesús: sobre sí mismos
Los hombres de estos tiempos van clavados.
Los sabios de Chichén, la tierra clara
Donde el aroma y el maguey se crían,
Con altos ritos y canciones bellas
Al hondo de cisternas olorosas
A sus vírgenes lindas despeñaban,
A su virgen mejor precipitaban.
Del temido brocal se alzaba luego
A perfumar el Yucatán florido
Como en talle negruzco rosa suave
Un humo de magníficos olores:-
Tal a la vida echa el Creador los buenos:
A perfumar: a equilibrar: iea! clave
El tigre bien sus garras en mis hombros:
Los viles a nutrirse: los honrados
A que se nutran los demás en ellos.

Para el misterio de la Cruz, no a un viejo
Pergamino teológico se baje:
Bájese al corazón de un virtuoso.
Padece mucho un cirio que ilumina:
iSonríe, como virgen que se muere,
La flor cuando la siegan de su tallo!
iDuele mucho en la tierra un alma buena!
De día, luce brava: por la noche
Se echa a llorar sobre sus propios brazos:
Luego que ve en el aire la aurora
Su horrenda lividez, por no dar miedo
A la gente, con sangre dc sus mismas
Heridas, tiñe el miserable rostro,
iY emprende a andar, como una calavera
Cubierta, por piedad, de hojas de rosa!

«Yo sacaré lo que en el pecho tengo» OCJM T. 16.
Adianys González Herrera

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