La labor pedagógica en la identidad cubana a partir del pensamiento martiano

           

 Autoras: MSc. Limay Barceló Rodríguez

   Lic. Asiel Delgado Castañeda

        MSc. Idanelys Cartaya Cano

 

José Martí, el más universal de los maestros cubanos, aseguró que “Educar es preparar al hombre para la vida” (Martí, 1965, p.19). Se desempeñó como maestro, analizó el fenómeno de la docencia con gran respeto, y penetró en sus regularidades descubriendo un universo de relaciones y comunicaciones, contribuyendo con su prédica y su acción a ofrecer pautas, que hasta nuestros días resultan de una vigencia impresionante. Poseía amplios conocimientos que compartía con sus estudiantes, creía que el maestro era un vehículo de transmisión de estos conocimientos y que si era aceptado por sus alumnos lo sería también la materia que impartiese, reconocía la cultura de nuestra América y supo conquistar la admiración de sus alumnos.  

Un nuevo siglo se abre ante nosotros y el mismo comienza con toda la carga de éxitos, logros, incertidumbres y problemas heredados del anterior, durante el cual un vertiginoso desarrollo de la ciencia y la técnica han hecho más evidente las diferencias entre unos países y otros, en un mundo cada vez más unipolar. Un desarrollo considerable se ha experimentado también en las teorías, concepciones e investigaciones en el campo de la educación, contexto que obliga a los profesores y directivos universitarios a reflexionar sobre el lugar que le corresponde al conocimiento humano, al desarrollo de la actividad cognoscitiva del hombre y con ello al desarrollo integral de su personalidad y de su identidad.

En este sentido, Martí (1965) aseveró: “Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época” (p, 281). Con solo un acercamiento a la obra de nuestro José Martí, podemos comprender que sus enseñanzas constituyen obligada reflexión en la ardua tarea en la que deben integrarse todos los educadores y que se sustenta en el enfoque histórico-cultural como la tendencia pedagógica contemporánea asumida por nuestro sistema educativo, donde el conocimiento se le presenta al estudiante de forma abierta, no acabada, articulado no solo a una realidad histórica social concreta, sino dimensionado desde la historia de cada uno de los sujetos, sus intereses, necesidades, motivos y valores.

La obra de José Julián Martí y Pérez contiene un sólido pensamiento pedagógico, que tiene vigencia a partir del triunfo de la Revolución Cubana. El Apóstol fue un observador extraordinario y analítico de los problemas educativos, para los cuales planteaba soluciones. Sus ideas sobre la educación constituyen una pieza clave de su estrategia político-cultural global. La pedagogía martiana por su originalidad fue concebida solo para latinoamericanos y tiene como centro la defensa de la cultura de estos pueblos. Se proyecta como arma de lucha para el logro de la unidad y forma parte de su pensamiento latinoamericanista, cuyo estudio no estaría completo sino analizamos su modelo educativo. Concibe la educación como la vía idónea para preparar al hombre latinoamericano contra el poderoso vecino, lo que revela la esencia antimperialista de su pensamiento: “El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos”. (Martí, 1965,p.22). En él es una constante el optimismo y la confianza absoluta en la capacidad del hombre para la lucha. Esta constituyó su intención pedagógica más marcada, proclama que América unida vencerá sola al imperialismo y su misión política es la de preparar para ello a las nuevas generaciones.

[…] el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, […]. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. (Martí,1965, p.369)

Es evidente que un hombre formado integralmente es el que el Apóstol necesita ver surgir en las escuelas nuevas de América Latina.

La educación martiana tiene una dimensión político-social y esta debe ser la que se derive de la legítima cultura latinoamericana, la que forme al hombre latinoamericano y sobre todo, la que posibilite que los hijos de este continente se puedan educar en ella, por lo menos durante su tierna infancia hasta adquirir la formación básica. “No parece natural que se saque a los jóvenes de nuestra tierra de América bajo el ala paterna, a correr calles, desamar la patria, y habituarse a vivir sin ella en la ajena, que no lo ama ni prohija” (Martí, 1965, p.279).

El Apóstol considera el acceso a la educación sin distinción de clases sociales, razas, ni sexos. Se plantea la necesidad de educar desde las edades tempranas. Lo cual evidencia la esencia humanista del proyecto educativo martiano.

La práctica de la docencia le permite a nuestro Héroe Nacional José Martí penetrar sus regularidades, universo de relaciones y comunicaciones; su pensamiento pedagógico resulta de una vigencia impresionante en el nuevo siglo.

El Maestro nos apunta sobre el papel de la educación en la vida, señala las características del proceso educativo como la unidad de lo instructivo y lo educativo, la importancia del logro de una buena comunicación, la evaluación aplicada de manera educativa de estimular la creatividad y el desarrollo intelectual de los estudiantes; se opone a la enseñanza memorística, reproductiva y señala la necesidad de preparar al Hombre para aplicar los conocimientos en las situaciones nuevas que se le presenten.

Para dar un enfoque científico a la labor docente-educativa ajustada a las exigencias del tercer milenio es una necesidad para los educadores de hoy el estudio y aplicación del Ideario Pedagógico de nuestro Héroe Nacional, adelantado a su tiempo.  Martí concebía la educación como un derecho del ser humano. Era un pedagogo innato, que tenía fe profunda en la educación, sobre todo en aquella que prepara realmente para la vida. Atribuía gran importancia a los sistemas educativos, planes de estudio, programas, métodos y actividades, es decir, al conjunto armónico que conlleva a la formación de un hombre nuevo y de su identidad.

 

Desarrollo

Las ideas martianas sobre una educación para la vida explican la necesidad de que el accionar de la escuela se extienda a todos los escenarios donde el alumno realiza el proceso docente-educativo, teniendo en cuenta las dimensiones afectivas, volitivas, éticas y gnoseológicas de la educación, en el cual los comportamientos cívicos de los estudiantes se ubiquen en un lugar cimero del proceso y donde la educación no responda meramente a intereses académicos, sino a crear una cultura científica y social que rebase los marcos curriculares y se inserte en función de las necesidades y motivaciones sociales de los alumnos que tribute  a la formación de un hombre nuevo y de su identidad .

Ante las exigencias de mayor calidad y pertinencia social se requiere una reflexión más objetiva de cómo encaminamos hoy la misión de formar la fuerza más calificada, responsabilizada con llevar hacia delante el desarrollo social, en un proceso de aprendizaje en el cual lo instructivo aparece dialécticamente unido a lo educativo, posibilitando la adquisición de los contenidos directos e indirectos del aprendizaje, mediante los procesos formativos que se producen durante el mismo.

Al respecto el Apóstol señaló: “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la educación de los sentimientos” y “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre” (Martí,1963, p.375).

Criticaba aquella instrucción basada solamente en el papel del profesor como el principal transmisor de los conocimientos que trabaja con métodos de enseñanza esencialmente expositivos, ofreciendo gran cantidad de información que los alumnos deben recepcionar y memorizar sin dar la posibilidad de que estos elaboren y trabajen mentalmente.

“Los hombres son todavía máquinas de comer y relicario de preocupaciones. Es necesario hacer de cada hombre una antorcha encendida” (Martí, 1963, p.290). El Apóstol nos apunta cómo la inteligencia y la creatividad son capacidades humanas y están íntimamente relacionadas con el desarrollo del contexto socio-histórico y cómo la educación puede contribuir decisivamente a ello con el uso de estrategias adecuadas, teniendo en cuenta que nuestra labor es formar profesionales competentes, quienes, con capacidad de resolver problemas, busquen alternativas, autonomía, y se conviertan en protagonistas de los procesos sociales, y asentaba: “Instrucción no es lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento y esta principalmente a los sentimientos. Sin embargo, no hay buena educación sin instrucción. Las cualidades morales suben de precio cuando están realzadas por cualidades inteligentes” (Martí, 1963, p.375).

El profesor debe ser un comunicador por excelencia que favorezca el intercambio de ideas, puntos de vista y conocimientos en un plano de verdadera cooperación mutua y empatía para cumplir los requerimientos de un aprendizaje activo e independiente, por lo que la calidad de la comunicación pedagógica es una preocupación en estos tiempos de perfeccionamiento del proceso docente-educativo. Sobre este aspecto Martí (1963) señalaba: “la palabra sobre materia conocida deba ser sin duda alguna a la par que sólida e instructiva, galana y fácil” (p.135), “es una fusión sencilla, un mutuo afecto dulce, una íntima comunicación muy provechosa, una identificación fructífera entre la inteligencia cultivada y las que se abren a la esperanza” (p.135), “la inteligencia humana tiene como leyes la investigación y el análisis”. (p.234)

La universidad debe incentivar el desarrollo de la inteligencia, la creatividad y el talento: una sociedad como la nuestra no se construye con profesionales mediocres y academicistas, sino explorando al máximo la función investigativa de la universidad y el pensamiento activo y racional de los alumnos.

La organización del proceso docente-educativo en nuestro medio se desarrolla de diferentes formas y se destaca, entre otras, la clase práctica, el taller y la educación en el trabajo donde no solo se debe laborar en el hacer profesional, sino también en el ser profesional, es decir, esos valores éticos de la profesión y de la vida en general que la deben acompañar siempre y que no se lograrían en una clase tradicional. Sobre su importancia Martí (1963) dijo: “Taller es la vida entera. Taller es cada hombre. Taller es la patria” (p.398), “En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar. Escuela no debería decirse, sino talleres” (Martí, 1963, p.53).

En el taller, el profesor deja de ser un transmisor de conocimientos y se convierte en educador, orientador, guía que enseña a los alumnos a aprender haciendo y sintiendo con situaciones vivenciales cotidianas.

Se requiere esencialmente el diseño y desarrollo de un currículo orientado a desarrollar las acciones básicas generalizadoras de su profesión que le permitan una búsqueda de metodologías, las cuales apunten a despertar su capacidad creativa y a obtener los procedimientos necesarios para aplicar el saber adquirido a la solución de los problemas reales que plantea el contexto social.

Muchas veces los profesores encontramos dificultades para asumir un método u otro para lograr los objetivos propuestos, en ello tiene un papel importante lo expresado por Martí (1963): “la educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar” (p.308).

La evaluación es una actividad cuyo objetivo es la valoración del proceso y resultados del aprendizaje de los estudiantes a los efectos de orientar y regular la enseñanza para el logro de las finalidades de la formación. Dentro de sus funciones no podemos olvidar la formativa, pues esta por sí debe servir de medio para la formación integral de los estudiantes y no ser solo una vía para que el maestro compruebe hasta dónde el alumno ha sido capaz de reproducir lo que él le enseñó no en pocas ocasiones: el control solo tiene en cuenta el resultado. Martí (1963) decía sobre ella: “Por el examen se ve si el maestro es de ronzal y porrillo, que lleva del narigón a las pobres criaturas, o si es padre de hombres, que goza en sacar vuelo a las alas del alma” (p.263).

Es una exigencia para los profesores reflexionar sobre los aspectos de la pedagogía que le permitan perfeccionar la labor docente, hacerla más científica y óptima, y, sin dudas, el ideario pedagógico de nuestro José Martí y su fructífera vida constituyen una fuente inagotable de enseñanzas.

Esta investigación satisface necesidades pedagógicas y de carácter social por estar dirigida a ampliar el nivel cultural de los educandos y educadores sobre el proyecto educativo martiano. Su objetivo general es analizar la vigencia de las ideas pedagógicas martianas en el sistema educacional cubano que contribuyen a la formación de nuestra identidad.

Su divisa era cambiar la educación como una condición necesaria del progreso social ya que “El problema de la independencia no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu” (Martí, 1965, p.353). Sólo un proyecto educativo nuevo podría contribuir eficazmente a ello. La educación nueva que propugnó, tenía que desarraigarse de las influencias extrañas, nacer de las condiciones propias de la cultura latinoamericana y sobre todo ajustarse a la época.

En reiteradas ocasiones planteó un criterio de profundo sentido dialéctico:

Se está cometiendo en el sistema de educación en la América Latina un error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente a los hombres para la vida urbana, y no se les prepara para la vida campesina. (Martí, 1965, p.430)

 “La educación nueva hacía surgir al hombre nuevo del cual América Latina estaba necesitada: Hombres vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes, eso han de hacer las escuelas, que ahora no hacen eso” (Martí, 1963, p.375). Es evidente que un hombre formado integralmente es el que el Apóstol necesita ver surgir en las escuelas nuevas de América Latina.

Abogó por la educación de la mujer, del indio y expresó la necesidad de enseñar a los impedidos físicos.

En lo referente a la educación de la mujer Martí (1963) opinó: “Ni es verdad, a lo que dicen maestros y observadores, que sea cosa probada la flaqueza de la mente femenil para llevar en sí hondas cosas de artes, leyes, y ciencias” (p.290).

En cuanto a la enseñanza de los sordomudos afirmó:

Nacidos como cadáveres, el amor los transforma porque la enseñanza a los sordomudos es una sublime profesión de amor. Se abusa de esta palabra sublime; pero toda ternura es sublimidad, y el sordomudo enseñado es la obra tenaz de lo tierno. (Martí, 1963, p.290)

En estas concepciones está la presencia de ideas humanistas relacionadas con la sensibilidad, amor y respeto a todos los hombres.

Expresó que la educación debe ser obligatoria, libre y estatal. Le confirió un sentido estatal a la enseñanza cuando expresó Martí (1965): “Un proyecto de instrucción pública es una cementera de ideas” (p.353).

Al precisar el fin de la educación reveló la dimensión política de esta. “La educación tiene un deber ineludible para con el hombre, no cumplirlo es crimen, conformarle a su tiempo- sin desviarlo de la grandiosa y final tendencia humana” (Martí, 1965, p.430).

Características de la educación martiana:

· Científica, natural, integral, desarrolladora, para la vida y con un elevado sentido práctico:

Educar es depositar en cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá; salir a flote; es preparar al hombre para la vida. (Martí, 1965, p.278)

Esta concepción está centrada en el interés de que, como resultado del proceso educativo, el hombre llegue a comprender su época y posea el dinamismo y la creatividad necesarios para no ser aplastado por las circunstancias ni quedar neutralizado en el medio social en que vive.

· La enseñanza debe ser científica:

Que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la enseñanza pública. Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que, en vez de la historia de Josué, se enseñe la de la formación de la tierra. (Martí, 1965, p.287)

· La educación debe ser natural: “Esta educación natural, quisiéramos para todos los países nuevos de la América y en los campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza” (Martí, 1965, p.291).

· La naturaleza desempeña su función en el proceso del aprendizaje, pero lo decisivo para el desarrollo del hombre está en manos del hombre mismo, de esta manera le otorga a la educación un sentido independiente y desarrollador.

· Considera que la formación del hombre debe tener un carácter integral: lograr en el estudiante la unidad dinámica entre los conocimientos útiles, el desarrollo del pensamiento creador, la responsabilidad de actuar para transformar el medio natural y social que lo rodea y la formación de valores morales.

· Concibe el alcance de esos objetivos a partir de la relación dialéctica entre: conocer-pensar, y en el actuar y formar valores.

· La esencia de la concepción educativa martiana se afirmaba en el criterio que al enseñar al hombre a percibir estéticamente la naturaleza y la realidad social y a valorar las obras de arte le daba a su vida una especial dimensión que lo haría más multifacético.

· El propósito de Martí estaba encaminado a poner en un primer plano del proceso del aprendizaje el interés por elevar en el estudiante la cultura de las emociones, para así enriquecer el mundo interior del hombre, y que este pudiera identificarse con los grandes problemas sociales y políticos a los cuales debía enfrentarse.

En el carácter integral de la enseñanza confería un papel primordial a la cultura física en la formación del hombre: “En estos tiempos de ansiedad de espíritu, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo. A los niños, sobre todo, es preciso robustecer el cuerpo a medida que se le robustece el espíritu” (Martí, 1965, p.389).

· El valor educativo del trabajo en la pedagogía martiana, resulta de vital importancia para la formación del hombre, así como su sabia vinculación con el estudio.

A partir del triunfo de la Revolución, el Estado, con la participación y respaldo de las organizaciones políticas y de masas, estructuró un sistema orientado al desarrollo de la educación de las nuevas generaciones y destinado a formar al nuevo trabajador, al hombre nuevo, en un proceso docente educativo único, continuo y dinámico, en constante desarrollo.

Cuba inició y lleva adelante una profunda revolución cultural. Como resultado de este empeño, se elevan extraordinariamente los niveles educacionales de la población. La política educacional del Partido Comunista de Cuba se fundamenta en la concepción marxista leninista y en los principios martianos acerca de la formación de las nuevas generaciones. 

La Revolución ha garantizado, el derecho de los ciudadanos a la educación. Lo cual se expresa en el amplio y gratuito sistema de escuelas (seminternados, internados) y becas en todas las formas y niveles de enseñanza, y en la gratuidad del material escolar, lo que proporciona a cada niño y joven, cualquiera que sea la situación económica de su familia, la oportunidad de cursar estudios de acuerdo con sus aptitudes, las exigencias sociales y las necesidades del desarrollo económico sociales.

La política educacional cubana tiene como fin formar las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la concepción científica del mundo. Esto se logra a través de la educación intelectual, científico- técnica, político- ideológico, físico, moral, estético, politécnico, laboral y patriótico militar como elementos indispensables de la formación integral de la personalidad.

 Cuba desarrolla una educación superior universalizada que contribuye a la democratización del conocimiento. En este sentido, las ideas, el pensamiento y el liderazgo de Fidel Castro, han sido esenciales para que por más de medio siglo se encaminen los esfuerzos a la aproximación a esta aspiración. 

El pensamiento pedagógico martiano representó el resumen de lo más positivo de la herencia anterior: José Agustín Caballero, Félix Varela Morales, José de la Luz y Caballero, Enrique José Varona y Pera. Sin embargo, el Apóstol enriqueció lo más progresista del ideario pedagógico cubano. Fidel Castro enfatizó en la necesidad de la educación para todo el pueblo y la función social del maestro, con lo que da continuidad y cumplimiento a las ideas más nobles del pensamiento pedagógico cubano y, en especial, a las de José Martí. En el discurso de clausura del Cuarto Congreso de Educación Superior Fidel Castro (2004) expresó: “La aplicación del principio del estudio universal solo puede existir en la realidad en la medida en que se universalice también el trabajo” (p.30).

La aspiración de la educación universal solo es posible con la universalización del trabajo.

Si nosotros tenemos una masa creciente, cada vez más cientos de miles de jóvenes, en la enseñanza media, en las secundarias básicas, en los preuniversitarios, en las escuelas politécnicas, en los institutos tecnológicos, marginados de la producción, nuestro país de ninguna forma podría materialmente aplicar el principio de la educación universal. Para nosotros, aparte de un principio de orden moral, de un principio de orden teórico es, además, una imperiosa necesidad material. (Castro, 2004, p.30)

En la tesis sobre Política Educacional se hace referencia a la aplicación del principio del estudio y trabajo en los diversos niveles educacionales a través de los huertos escolares donde se sientan las bases del mismo, y particularmente en las modalidades de la escuela al campo y en el campo, así como en la enseñanza Técnica y Profesional y la Enseñanza Superior, aúna dos objetivos para la educación: el formativo y el trabajo productivo y social. El propósito formativo busca desarrollar una conciencia de productor de bienes sociales, ir creando las condiciones para eliminar los prejuicios que se derivan de la división entre el trabajo manual y el intelectual, eliminar el intelectualismo en la enseñanza y fomentar el interés por la investigación del mundo circundante. El propósito económico se propone integrar a la producción y al trabajo social la fuerza de trabajo de miles de escolares que pueden formarse multilateral y armónicamente.  Por todo lo analizado anteriormente, es necesario destacar que se introduce un nuevo elemento de la ética martiana que es el trabajo y en particular el agrícola, como clave del desarrollo del país. La educación cubana actual aspira a que el hombre sea educado en el trabajo y para el trabajo. Como ha señalado Fidel Castro:

Al hombre lo hace su medio ambiente, al hombre lo hace su propia vida, su propia actividad, y aprendemos a respetar lo que crea el trabajo, creando. Enseñamos a respetar esos bienes, enseñándolo a crear esos bienes y no hay otro camino. (Castro, 1972, p.10)

 

Conclusiones

La concepción pedagógica martiana tiene un fundamento humanista y una dimensión político-social al estar estrechamente relacionada con la legítima cultura latinoamericana. Las ideas pedagógicas martianas son un arma de lucha para el progreso social y constituyen en la actualidad un sólido pilar de la educación revolucionaria.

Sus ideas pedagógicas se han materializado en el sistema educativo cubano, a través de la obra de la Revolución y de los programas de la Batalla de Ideas. La política educacional cubana se fundamenta en el pensamiento pedagógico martiano, el cual ocupa un lugar central en el proceso educativo cubano, contribuyendo a la formación integral del estudiantado y de su identidad.

Si verdaderamente pretendemos dar un enfoque científico a la labor docente-educativa ajustada a las exigencias del tercer milenio debemos acudir a nuestro Héroe Nacional que con esta filosofía de la Educación tan adelantada a su tiempo nos sirve de guía orientadora en el quehacer educativo para contribuir a la formación integral del estudiantado y de su identidad.

La máxima martiana de: “Educar es preparar al hombre para la vida” expresa las ideas rectoras de la pedagogía contemporánea desde nuestra identidad latinoamericana, destacándose la unidad de lo instructivo y lo educativo, el vínculo estudio-trabajo, la defensa de la identidad latinoamericana, desarrollo de la creatividad y la independencia cognoscitiva en función de las necesidades sociales. Desarrollo de la educación sobre la base de la ciencia y el desarrollo humano.

 

 

Referencias bibliográficas

1. Martí J. Obras Completas.T 6. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1965.

2. Martí J. Obras Completas. T 8. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1965.

3. Martí J. Obras Completas. T 19. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

 

4. Martí J. Obras Completas. T 8. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

5. Martí, José. Ideario Pedagógico, p.135.

6. Martí J. Obras Completas. T 6. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963,

7. Martí J. Obras Completas. T 4. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

8. Martí J. Obras Completas. T 13. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

9. Martí J. Obras Completas. T 22. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

10. Martí J. Obras Completas. T 5. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963.

 

11. Castro Ruz F. Discurso en la clausura del IV Congreso de Educación Superior. La Habana: Editora Política, 2004.

12. Castro Ruz F. Discurso de clausura del Congreso de la UJC. La Habana: Editora Política.  1972. 

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